jueves, 2 de octubre de 2014

GALA LEÓN


                                          Original publicado en la revista Basket Fem. Octubre 2014

Ser mujer es jugar permanentemente en el lado débil. En la vida como en el deporte. Lo digo yo y lo habrá pensado sin duda la nueva capitana del equipo de Copa Davis Gala León, a quien con su estrenado cargo le ha llovido la consabida carga de críticas machistas, gestos de asombro y risas asociadas a los más rancios tópicos sobre la idiosincrasia del sexo femenino. La reacción más llamativa, por tratarse del que desde hace años entrena al mejor tenista del mundo, ha sido la de Toni Nadal quien no ha tardado en cuestionar a la directora deportiva de la RFET con argumentos que me gustaría analizar aquí:

miércoles, 16 de julio de 2014

FRANCIS TOMÉ


Original publicado en la revista Basket Fem. Julio 2014

He tenido la enorme suerte de encontrarme con el vídeo de la conferencia que Francis Tomé (@francistome), entrenador del Clínicas Rincón de Málaga, ofreció recientemente en el II Clinic “Ciudad de Palos” sobre el tema “El entrenador de formación”. En la conferencia, que recomiendo vivamente a todos los lectores y lectoras que se dedican al noble oficio de educar – sean padres, entrenadoras o maestros – , Tomé hace balance de su trayectoria al frente del equipo LEB Oro y dice dos cosas que invitan a la reflexión:
1ª) Que él es un entrenador de formación inmerso en una liga superprofesionalizada. Por eso, a diferencia de sus rivales, lo que persigue principalmente no son las victorias sino mejorar individualmente a cada uno de los jugadores que entrena. Nada más gratificante para él que verlos ascender al primer equipo o firmar contratos con clubes de la élite, aunque esto haya supuesto, semana sí y semana también, no poder contar ad maiorem exercitator gloriam con las piezas más valiosas del vestuario.
2º) Que lo anterior, en ningún caso, significa que renuncie a ganar. Al contrario, su objetivo es la victoria, pero se obliga a conseguirla con el menos talentoso de sus jugadores en pista y haciendo lo que es mejor para la evolución de ese chico. Además, está convencido de que el equipo crecerá de esa manera.

viernes, 6 de junio de 2014

SOY EL MEJOR TÉCNICO DE LOS EQUIPOS QUE NO ENTRENO


original publicado en la revista Basket Fem junio 2014

Se nos acaba la temporada. Jugadoras y jugadores guardan las botas de basket y sacan a pasear las chanclas de playa buscando la necesaria desconexión con los horarios, los entrenos y las miserias y grandezas de la competición. A los entrenadores nos llega la hora de llevar nuestro ánimo a cuentas, repasar nuestra libretas y preguntarnos, como hacían los antiguos pitagóricos cada día antes de irse a dormir: ¿De qué defectos nos hemos curado esta temporada? ¿Qué vicios hemos combatido? ¿En qué hemos mejorado? Difícil tarea, porque cada cuál es para sí el más lejano. Y dolorosa, porque nuestro interior alberga espejos que nos devuelven imágenes grotescas de nosotros mismos.

domingo, 4 de mayo de 2014

¿PITO VILANOVA?


¿Pito Vilanova? No se quién es ese Pito”. En estos términos se refería el multilaureado y polimediático técnico José Mouriño al entonces casi desconocido Tito Vilanova, entrenador ayudante del FC Barcelona, justo después de que su equipo, el Real Madrid, perdiera la Supercopa de España frente al conjunto catalán (“un título pequeñito”, decía “Mou”) y él, como consecuencia de una bronca en la banda, se acercara por la espalda a Tito y le metiese un dedo en el ojo. El resto es historia negra del madridismo: Mouriño acabó abandonando el Madrid sin jamás disculparse por su gesto y su ninguneo al recientemente fallecido Tito Vilanova – quizás el más sonado de una larga lista de agravios y menosprecios tanto a rivales como a jugadores y compañeros de su propio club – pasará a los anales del deporte.
No coincido con Gustave Flaubert en que se puede calcular lo que valemos por la entidad de nuestros antagonistas. Como tantos otros casos, el de Mouriño con Vilanova demuestra que la mayor parte de los despreciadores carecen de la grandeza y profundidad que el genial escritor francés presuponía en sus enemigos. Más bien son, como diría Nietzsche, venenosas moscas de mercado, espíritus pequeños y mezquinos que se enorgullecen de derribar edificios de roca escavándolos como gotas de lluvia o yerbajos.

jueves, 3 de abril de 2014

SIMEONE


Una primavera más, como tantos y tantos años anteriores y por venir, se acerca el momento que tan bien representa la grandeza y la miseria de la competición deportiva. Todos los apasionados del deporte estaremos en estos días muy pendientes del desenlace de ligas grandes y pequeñas, nacionales o locales, de dentro o fuera de nuestras fronteras. Será el momento de play-offs a cara de perro y finales de infarto; el momento de la épica y del drama, de los instantes de gloria y de los sueños rotos.

Reconozco que no soy un devoto del deporte profesional y mucho menos del fútbol, pero en los últimos tiempos he empezado a interesarme por las andanzas del Atlético de Madrid, el equipo al que mi padre me enseño a seguir y que yo he ignorado durante muchísimos momentos de mi vida. Como los hinchas del Atleti, especialmente la chavalería que empieza a subirse al carro rojiblanco, me estoy dejando convencer por el mensaje epicúreo de Diego Pablo Simeone que insiste en “disfrutar cada minuto, cada entrenamiento, cada partido” sin plantearse ninguna meta más allá de la realidad de ese instante.
Simeone es un entrenador lleno de coraje y sentido común que ha obrado el milagro de que un grupo de superprofesionalizados jugadores, acostumbrados al resultadismo, crean en la máxima de Horacio: contentar el alma con lo actual desterrando todo temor al futuro. Y así, partido a partido, entrenamiento a entrenamiento, minuto a minuto, el Atleti ha llegado a ocho jornadas para el final del campeonato a desatar todos los miedos e incertidumbres de Barça y Madrid, las inmensas escuadras que, por el contrario, se construyen año a año con el exclusivo fin de lograr títulos.
Como entrenadores de formación tenemos en estos equipos dos modelos educativos bien definidos. No tengo dudas al apostar por el de Simeone. Me gustaría enseñar a mis jugadores y a mis jugadoras – como imagino que él enseñará a su vestuario – que la competición es, como la vida, un viaje que acaba más tarde o más temprano, y en el que lo importante no es el destino sino el trayecto. Si en el día a día, en el entrenamiento a entrenamiento, en el partido a partido, nos hemos hecho mejores jugadores y mejores personas; si hemos aprendido a respetarnos a nosotros mismos y a los rivales; si nos hemos auxiliado en los momentos de flaqueza; si nos hemos sentido orgullosos de nuestro quehacer; si hemos caminado juntos y juntos hemos sufrido y disfrutado; si hemos dado lo poco o mucho que cada cual tenía a cambio de recibir lo mejor de todos, el camino habrá merecido la pena al margen de haber quedado campeones o no haber ganado ni uno solo de nuestros partidos.
La pista central de Wimbledon está presidida por estos versos de Rudyar Kipling, tan cercanos a la filosofía del Cholo Simeone: “Encuéntrate con el triunfo y con el fracaso y trata a ambos impostores de la misma manera”. En tiempo de finales y play-offs no olvidemos que el deporte es simplemente una de las mejores oportunidades que un ser humano tiene de mejorarse a sí mismo con la ayuda de otros (nada más, nada menos) y empleemos nuestro inexorable minuto en recorrer una distancia que realmente valga sesenta segundos.


miércoles, 5 de marzo de 2014

MIEDO A LA LIBERTAD



Regreso de Córdoba, de pasar un par de días junto a algunos equipos y compañeros de mi club. Además de baloncesto (siempre baloncesto), las jornadas han servido para conocer un poco más de cerca a un grupo de jugadoras y jugadores, críos sanotes y alegres, muchos de los cuales iban a pasar la primera noche de sus vidas fuera de casa y sin la vigilancia ni el amparo de mamá y de papá. No es difícil imaginar el grado de excitación alcanzado por la menuda marabunta con la llegada al albergue y el reparto de las habitaciones. Tampoco la preocupación de los acompañantes adultos por minimizar los riesgos de un previsible estallido de libertades. En breve la tensión fue resuelta: los chavales se mostraron absolutamente temerosos de tomar las decisiones más nimias, por ejemplo cuándo despertar o cuándo bajar a desayunar, y demandaron en todo momento nuestras directrices hasta para ir al baño. Claro que, como era de esperar, también se divirtieron de lo lindo poniendo a prueba el poder de la autoridad y su propia capacidad para vivir sin ella. Los pasillos del albergue fueron testigos de la batalla.
Trabajo con adolescentes desde hace veinticinco años. No ha sido esta la primera vez, no será la última, que constato la interna dialéctica de la aventura de ser uno mismo, de ser una misma: cuanto más independientes se reconocen nuestros hijos y nuestras hijas del mundo, cuanto más crece la fuerza de su yo, más conscientes se hacen de lo poderoso y hostil que puede llegar a ser éste y, por tanto, más solos e impotentes se sienten frente a él. Es así como nace en ellos el impulso de obedecer para ganar en seguridad, al tiempo que se rebelan contra aquellos de quienes dependen: Saben inconscientemente que la dulce protección paga el amargo precio de perder la fuerza y la integridad del propio yo.
Erich From (El miedo a la libertad, 1947) recurrió al relato bíblico de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso para explicar la relación entre el ser humano y su contradictoria relación con la libertad. Hombre y mujer viven en el Jardín del Edén esa felicidad inconsciente que ofrece la perfecta armonía con la Naturaleza cuando no se la trasciende. Allí carecen de libertad y de pensamiento, al tiempo que de las atosigantes responsabilidades derivadas de la elección. Pero actúan contra la orden divina y rompen con la Naturaleza al comer del fruto prohibido. Rebelión es, por tanto, el comienzo de la raza humana: Obrar contra el mandamiento de la autoridad es el primer acto libre, el primer y genuino acto humano. Todos sabemos el sufrimiento que de ello resulta. Al trascender la Naturaleza nos hallamos desnudos y avergonzados. Estamos solos y libres, y sin embargo, asustados e impotentes.
Creo que los educadores nunca debemos dispensar a chicas y chicos de la libertad creadora de ser ellos mismos. Aunque pueda sonar a paradoja, pienso que nuestra autoridad reside más en mostrarnos capacitados para enseñarles a ser autónomos y responsables que solícitos para facilitarles la imposible vuelta al seno materno.
No negaré los riesgos de semejante pedagogía, pero en tiempos en los que la adolescencia es prolongada sine die por el timorato proteccionismo de los adultos, la grandeza del ideal moral que representa eclipsa, a mi juicio, cualquiera de sus potenciales peligros.


jueves, 6 de febrero de 2014

LAS VENTAJAS DEL NOSOTROS


En mis clases de filosofía suelo utilizar el deporte como metáfora de la vida. En una de las últimas reflexionamos sobre la virtud, entendida como excelencia que permite a quien la posee realizar de la mejor manera su condición. Pregunté a propósito a mis estudiantes que cuáles consideraban que eran las virtudes de un deportista, de una deportista. Mi alumna Gema (@GemiitaR5), futbolista de talento y apasionada filósofa, elaboró una meditada lista de virtudes colectivas: generosidad, altruismo, empatía, solidaridad, compañerismo, humildad, cooperación... Hice de abogado del diablo al preguntar si era por cualidades como esas que los cracks del fútbol, los futbolistas excelentes, costaban una cantidad tan indecente de dinero. La chica, que captó a la perfección mis intenciones, aceptó que, mal que la propaganda los maquille, en el podrido mundo del deporte profesional ídolos como Messi o Ronaldo no son valorados precisamente por sus virtudes morales (en más de una ocasión su comportamiento es, por el contrario, enormemente egocéntrico e insolidario), sino por sus cualidades técnicas y su codicia de depredador. Sin embargo, ella dejó bien claro que no entendía que se pudiera ser buen futbolista sin ser excelente persona, entendiendo que las buenas personas son aquellas que hacen del vínculo social su prioridad existencial.

jueves, 2 de enero de 2014

NO ESPERO NADA DE TI


Original publicado en la Revista Basket Fem Enero, 2014

El baloncesto de formación es territorio de grandes expectativas. Si uno tiene hijos que juegan y a los que desde bien pequeñitos acompaña, sábado sí y domingo también, por todos los patios de colegio de la localidad, es difícil no acabar soñando con que en una de estas se nos hacen un Ricky Rubio o una Amaya Valdemoro y nos dedican emocionados la canasta que en el último minuto da la victoria a la Selección Española en la final de los Juegos Olímpicos. Nada más justo para unos padres que desear “lo mejor” para sus hijos. Nadie puede reprocharnos que soñemos con vidas extraordinarias para los nuestros. Los hombres y las mujeres nos alimentamos de esperanzas; humano es considerar el futuro de los hijos como dorado manjar para nuestro apetito.
Me preocupa, no obstante, que acabemos confundiendo el mapa con el territorio e impongamos a los hijos nuestra peculiar visión de lo que deberían ser sus vidas. Muchas veces me he preguntado si a los padres nos ampara algún derecho a esperar algo de nuestros hijos, tal vez porque nunca he asumido que esperar mucho sea sinónimo de amar mucho. Al menos no con ese amor que es gratitud por lo que se recibe en lugar de reproche por lo que se echa en falta. El amor por los hijos es a los padres como el valor  a los soldados: se les supone mientras no se demuestre lo contrario. Y sin embargo, cuánto amor condicionado pasa por amor desinteresado, cuánto bien del hijo no es más que impostado amor propio: “Me he sacrificado mucho por ti. No voy a permitir que me defraudes”.
Los hijos no son propiedad de los padres. Tampoco son ausencia o anhelo. Yo prefiero verlos como medida de nuestra potencia para dar vida, en el profundo sentido existencial del término y no en el estrictamente biológico. “Quiero hacer contigo lo que la primavera con los cerezos”, escribió Pablo Neruda. Qué gran declaración de amor, también hacia nuestros hijos. La alegría es el triunfo de esa potencia. La decepción, su fracaso. Quien ama bien a un hijo goza, por encima de todo, de su existencia. Se alegra por lo que es, no por lo que imagina que llegará a ser. Nunca, por tanto, se siente desilusionado.
El poder de ese amor es enorme, pero no siempre la potencia es buena. Por excesiva, por expansiva, a veces debe ser atemperada. Amar a los hijos también implica saber retirarse, comprender que debemos existir menos para que ellos puedan existir mejor. Eso significa sacar nuestros sueños de los suyos, evitar abrumarlos con nuestras esperanzas y expectativas, proteger su fragilidad de nuestras exigencias y de sus autoexigencias, dejar de servirnos de sus incertidumbres reafirmando nuestra capacidad para darles lo que más les conviene. Sin renunciar a usar al máximo nuestra potencia, nuestros hijos jamás podrán desarrollar la suya. El verdadero amor es comburente y no combustible; no arde, sino que hace arder.
Mañana, vuelvan a mirar desde la grada a esos chavales que se mueven por la cancha de baloncesto. Déjenlos allí y vayan a tomar un café con los amigos. En la tertulia, olviden por un momento las medallas y los campeonatos, desentiéndanse de Amaya Valdemoro y de las canastas ganadoras. Quién sabe, puede que detrás de tanto esfuerzo, de tanta insistencia por entrenar cada tarde y jugar partidos cada fin de semana, quizás no se esconda el deseo incontenible de triunfar en el baloncesto profesional, ni siquiera de ganar la liga escolar, sino la sencilla apetencia de estar un rato junto a los compañeros y olvidar durante un par de horas las amarguras del día. Respeten ese espacio. No lo invadan. No traten de acomodarlo a sus esperanzas. Es el lado débil, el lado frágil. El lugar donde no hay cabida para otros sueños que los de sus hijos.