jueves, 5 de diciembre de 2013

¡UN PALO!



original publicado en la Revista Basket Fem Diciembre 2013

Estos días hemos escuchado en clase de filosofía una antigua canción de Pink Floyd que habla del tiempo y de la extendida costumbre entre la juventud de perderlo en naderías, como si su cuenta corriente de minutos dispusiera de un crédito ilimitado. No he hablado demasiado bien del mensaje de Time, que así se llama la pieza. Al contrario, les he transmitido a mis estudiantes que vivir no es un problema de economía del tiempo sino de prodigalidad de oportunidades y que la mayoría de las veces eso que los adultos llamamos “perder el tiempo”, ese “no hacer nada” que tanto nos enerva de los jóvenes, coincide con momentos de plenitud que sería delito desaprovechar. Les mencioné como ejemplo el juego, recordando la última campaña de una conocida marca de refrescos sin burbujas que ha tenido la feliz ocurrencia de reivindicar la desbordante imaginación y la infinita creatividad que es capaz de desplegar un individuo de la especie humana, si no median prejuicios y acomodamientos, cuando se pone en sus manos un simple palo, una piedra o una caja de cartón. Por el poder del juego, la desnuda realidad de la madera, la piedra o el cartón es transformada en varita mágica, joya extraterrestre o nave ultraveloz con la que surcar el firmamento sin salir del salón de casa.

domingo, 3 de noviembre de 2013

SEXO DÉBIL


Original publicado en la revista Basket Fem Noviembre 2013

En estos días de Octubre, en los que trato de llegar puntual a mi cita mensual con Basket Fem, dos acontecimientos abren las portadas de los informativos. El primero, la muerte de la piloto de Fórmula 1 María de Villota; el segundo, la concesión del Nobel de Literatura a la octogenaria escritora canadiense Alice Munro. Por singular, el triunfo social de una mujer suele despertar un inusitado interés, probablemente impulsado por la convicción de que para llegar hasta allí ellas habrán tenido que superar muchos y más difíciles obstáculos que sus homólogos masculinos. Al conocer estas noticias muchos de ustedes, al igual que yo, se habrán preguntado (retóricamente puesto que ambos sabemos de antemano la respuesta) por cuántas mujeres habrán recibido tanto el galardón de la Academia Sueca como la FIA Super Licence a lo largo de sus respectivas historias. Pues bien, desde 1901 solo 12 premios Nobel de literatura han sido mujeres; solo 7 mujeres han sido pilotos de Fórmula 1 desde 1927. Datos que se añaden a otros sobradamente conocidos, como el que indica que el número de mujeres que ocupan cargos directivos en España no llega ni al 15% del total , pese a que ellas suponen el 51% de los titulados superiores y el 44% de la fuerza laboral de nuestro país. También en el universo del balón naranja las estadísticas exponen la desigualdad real entre hombres y mujeres: solo 1/3 del total de licencias federativas expedidas en España en 2012 correspondía a jugadoras de baloncesto. Los hechos son testarudos y a pesar de que desde los púlpitos del poder se de por superado el problema de la discriminación por género (eso sí, al tiempo que se subvenciona con fondos públicos a centros privados que educan en aulas segregadas), la realidad es que, aunque formalmente iguales ante la ley, si una mujer quiere que la actividad que realiza adquiera relevancia y reconocimiento social tiene que desempeñarla muchísimo mejor que cualquier hombre. Más allá del convencionalismo legal aún no se han impuesto ni la lógica ni la ética de la igualdad entre hombres y mujeres.

miércoles, 2 de octubre de 2013

AUTOESTIMA


Original publicado en la revista Basket Fem. Octubre 2013

Mi amigo y compañero Sergio Risoto (@sergiorisoto) suele decir con mucho acierto que un buen entrenador consigue que sus jugadoras confíen en él, pero que un entrenador excelente logra que sus jugadoras confíen en sí mismas. Creo que el talento al que se refiere Sergio, y que en él brilla con prodigiosa nitidez, es deseable no solo para entrenadores sino también para padres, madres y  compañeras de equipo. De todos los juicios a los que se somete una jugadora, el más importante es el suyo propio y a la formación de ese juicio contribuyen decisivamente las personas más cercanas.
Cuando en mis clases hablo de la autoestima suelo proponer a los estudiantes el siguiente juego: doy a cada uno un trozo de papel que simboliza la cantidad total de autoestima con la que cada  cual cuenta. A continuación voy relatando una serie de acontecimientos cotidianos y pido que cada uno le arranque al papel un trozo equivalente a la confianza en sí mismo que dicho acontecimiento le haría perder. Siempre las rasgaduras más importantes se producen cuando leo supuestos relacionados con minusvaloraciones de su persona y nefastos augurios de su porvenir procedentes de quienes son para ellos referentes vitales básicos: padres, amigos, maestros... He visto a algún estudiante acabar con la totalidad del papel tras escuchar un par de desafortunados supuestos de ese género.
La adolescencia es una de las fases más críticas en el desarrollo de la autoestima. La chica necesita forjarse una identidad firme y conocer a fondo sus posibilidades como individuo. Si durante esta etapa la ayudamos a forjar un sólido autoconcepto, le será relativamente fácil superar la crisis y alcanzar la madurez. Si la hacemos sentir poco valiosa, correrá el peligro de buscar la seguridad que le falta por caminos aparentemente fáciles y gratificantes, pero a la larga destructivos.

viernes, 6 de septiembre de 2013

EL LADO DÉBIL


Paco Espadas

Original publicado en la Revista Basket Fem nº10 
Septiembre 2013

El filósofo alemán Inmanuel Kant nos legó uno de esos principios que, a modo de clave de bóveda, pueden ayudarnos a levantar la cúpula del edificio social: «siempre debes tratar a las personas como si fueran una finalidad en sí y no como un medio para otra cosa». Nada en este mundo (sea lo que sea) tiene el valor de una persona (sea quien sea). En el universo nada brilla más que la dignidad humana. Minusvalorarla es, sin embargo, como meterse el dedo en la nariz: en público denostamos tan fea costumbre, pero atacamos con furia nuestras fosas nasales en el primer semáforo en rojo con el que nos topamos.
Por desgracia, la vida oferta demasiadas oportunidades de olvidar la máxima kantiana, innumerables semáforos en rojo en los que detenernos a hurgar en las narices de nuestra dignidad. Quizás porque cada cual, como decía Séneca, tiene en su interior pretensiones de rey y quiere tener sobre los demás autoridad absoluta.
Así lo demostramos cuando, no siendo en la calle gran cosa, entramos en la cancha (como entrenadores, pero también como padres y madres de jugadoras o como directivos de club) y nos convertimos en sátrapas de una minúscula nación de pequeñas súbditas. Cegados por el afán de protagonismo, tal vez dominados por inconfesables complejos o desvelados por viejas frustraciones, cambiamos el oro de la educación por el oropel del triunfo y nos damos al innoble vicio de la dominación con un deleite que a menudo parece patológico. De ese modo, la chica que aparece un buen día por nuestro club buscando orientación, amigos y diversión; que nos da el cheque en blanco de su confianza, se convierte en juguete de nuestros caprichos, en puro instrumento de nuestras bajas pasiones al que, cuando ya no necesitamos, abandonamos en la cuneta como cáscara vacía.
En baloncesto llamamos lado débil al espacio de la cancha donde erróneamente los defensores se sienten desconectados del balón, olvidando que allí se construye juego real. Metáfora de la vida, el lado débil nos enseña que debemos reparar no solo en el foco sino también en lo desenfocado. En ese lado débil no hay ganadoras ni perdedoras. Ni siquiera jugadoras. Hay niñas que habría que respetar más allá de vanidades o necesidades; adolescentes a las que, bajo ninguna circunstancia, deberíamos invitar a rendir derechos. Creo que si Kant hubiese sido coach además de filósofo, habría dejado escrito que el mundo, como el juego, sería más razonable si defendiéramos el lado débil como verdadero lado fuerte; si, como diría Séneca, nos esforzásemos más por tener autoridad sobre nosotros mismos que por engordar nuestras pretensiones de rey.
¿Y qué hacemos con los semáforos en rojo? Pues sencillamente los aprovechamos para cambiar el dial de la radio.

viernes, 7 de junio de 2013

ENTREVISTA


Me entrevista un grupo de estudiantes de primero de Magisterio de la UMA cuartetofantastico.blogspot.com.es, alumnos de mi querido Miguel Sola (@miguelsola69), a propósito de la evaluación. Poco puedo añadir al tema que no sea lo que ya expuse por aquí en otro post (Enseñar y aprender sin controles ni suspensos ni calificaciones). En cualquier caso, sigo pensando que la reflexión sobre la evaluación es la escalera de Wittgenstein: sirve para elevarnos a otro lugar (el de la educación) pero, llegados allí, debemos darle una patada y sacarla de nuestras preocupaciones profesionales

lunes, 6 de mayo de 2013

COCIENTE DE HUMILLACIÓN

Paco Espadas
Vivimos tiempos difíciles, épocas de plomo donde los espectáculos de escarnio y  flagelación parecen aportar a una ciudadanía vapuleada la sórdida dosis de carne y sangre que necesita para sobrellevar sus cada vez más abundantes miserias cotidianas. Nada reconcilia más con la fortuna que el infortunio ajeno, la pornográfica exposición de sus minusvalías y desdichas. Reflejadas en el espejo de las desgracias de otros, nuestras vidas de hierro y fango se tornan soportables. Innumerables son los ejemplos de shows televisivos en los que la exaltación de nuestras bajezas se convierte en única razón de ser. El que últimamente más ha llamado mi atención, por sibilino, por cruel, ha sido el perpetrado por el magazine "Sálvame", que ha sometido a sus colaboradores a la enésima perrería: un test de inteligencia. Al grito de más cornadas da el hambre, los freak del equipo de colaboradores se han dejado asaltar el último bastión de su intimidad  y a estas horas ya conocemos (con mofa y vilipendio) el rankig de lucidez elaborado por una psicóloga con supuesto prestigio y evidente falta de escrúpulos éticos. No descenderé a cuestionar la fiabilidad del supuesto instrumento de medición de la inteligencia (primero tendría que asumir que es cuantificable una cualidad humana y antes me atrevería a responder a qué huelen las nubes). Tampoco haré historia de su origen, ni relataré las perversas aplicaciones que ha tenido en épocas nada lejanas. No es el cociente de inteligencia el que me preocupa, sino el de humillación, creciente a todas luces en este mundo globalizado del siglo XXI. 
No sufro especialmente por los pintorescos personajes del zoo de Tele 5. No los juzgo por hacer de la pornografía de la razón y el corazón su modus vivendi. Sin embargo me revuelvo en mi butaca, impotente, imaginando el efecto educativo que tendrá semejante proceder. Si por mantener un puesto de trabajo de esos considerados envidiables (famoseo, dinero, viajes y operaciones de estética) alguien en capaz de presentarse a un concurso de estupidez, qué no verá justificado hacer, simplemente por sobrevivir, su sencilla y vapuleada audiencia.
Que por mor de vanidades o necesidades se nos invite a rendir derechos y, lo que es aún peor, que semejante renuncia se nos venda como un acto de legítima autoafirmación, sólo indica que el ideal ilustrado de la inalienable dignidad humana es ya definitivamente un cadáver. Regresan tiempos de postración y humillación. Cambian altares y oficiantes, pero se mantiene el mensaje: sólo los capaces de despreciarse a sí mismos obtendrán recompensa. Así en el Cielo como en la Tierra.